Autor: milenaquintero

  • Julio

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    Van pasando los meses y tengo la necesidad de ir sumando los aciertos y desaciertos de las semanas y los días. Y en esa lista de embarradas aparecen cosas tan insignificantes como rayar el carro saliendo del parqueadero o enviar algún mensaje influenciado más por la emoción que por la razón.

    Julio estuvo lleno de pequeños detalles oscuros, pero también de algunos amarillos que me sacaron muchas sonrisas, y otros en los que fue preferible seguir durmiendo y olvidar.

    También hubo lunes tontos y viernes lindos que se quedan rodando en la cabeza.

    Treinta y un días que pasan y no nos damos cuenta de los logros que, unidos, van dejando un rastro de pequeñas felicidades.

    Terminé de leer “También esto pasará” (algo bueno tenía que dejar estar sin celular una semana), lo que hizo que me enamorara más de la vida de Milena Busquets y de su propia forma de contarla. Retomé de manera intermitente el ejercicio y decidí dejar de desayunar  choco krispis para hacerlo con granola y yogurt.

    Comencé un nuevo semestre de la maestría y aprendí a sacar porcentajes.

    Hubo menos lágrimas, menos ruido; más conciencia. Julio y el mar que me reconcilió con lo realmente importante.

    Sigo aprendiendo a ser mamá y a ser yo misma.

    Flores amarillas para este julio que termina.

    La foto: BsAs. En una nube.

  • ¿Quién dijo que tengo que ser la “mujer maravilla”?

    images (1)Me levanto a las cinco de la mañana para que el día me rinda. Ojerosa, despeinada y con frío (sobre todo por esos días de llegada del “fenómeno de la niña”, en los con lluvia uno se acuesta y con lluvia uno se levanta).

    Por inercia camino y decido en mi cabeza, ya no con la misma paciencia de antes, qué ropa me voy a poner. Decidir es una forma de decir que hago un mapa conceptual con diversas alternativas de vestuario, sus pros y contras y que en mi mente parece todo muy claro, hasta que comienzo con la primera opción, que es descartada inmediatamente porque los colores no combinan con el día. La segunda alternativa también la descarto porque la camisa no sale con mis cejas y los zapatos no cuadran con la agenda del día. Llegando a la tercera me doy cuenta que ese vestido me lo puse la semana anterior y qué pereza repetir. Así las cosas, la primera “pinta” es la que gana y termino de afán, sin desayunar y sin peinarme, saliendo de la casa.

    En realidad no es tan sencillo.

    Antes de salir corriendo con los tacones en la mano, intento hacer una rutina decente de abdominales, a los diez ya estoy cansada y paro, respiro y tomo agua con limón (en ayunas. No sé para qué sirve, pero me copié esta idea de alguien que se supone sabe de cosas saludables).

    No, el tiempo no alcanza para desayunar porque la mañana también incluye preparar la lonchera, despertar, jugar, bañar y vestir a una chiquita de cuatro años.

    Y es que ser mujer no es fácil. (Ni difícil)

    Un día saldré a la calle con el pelo peinado por un ventarrón, las uñas pintadas a medias y con una camiseta de una marca de gaseosa. Leeré revistas de farándula y comeré chorizo de carretera sin sentirme mal por la grasa que entra a mi cuerpo. Un día de estos no me aplicaré ninguna crema en el rostro ni me miraré ocho veces al espejo. Un día me dedicaré a no hacer nada, a mirar para el techo con la tranquilidad que da no ser la mujer maravilla.

    La foto: la verdadera mujer maravilla

  • Una larga lista de cosas que me gustan

    Una larga lista de cosas que me gustan

    Conozco una persona que dice que soy rara porque no me gusta comer cosas que a todo el mundo le gustan (sancocho, banano, pasas, arroz con leche) y porque lo que para muchos son las mejores comidas, para mí no lo son.

    Por esto, dice, la lista de cosas que me gustan no superaría los dedos de la mano. Para aceptar una apuesta que no hicimos, inicio una lista (larga) solo de cosas que me gustan; y porque hoy 26 de diciembre de 2015, antes de que este año largo, extraño, bonito y lleno de sorpresas se acabe; quiero rendir un homenaje personal a esas cosas que la gente (me conozca o no) no sabe, me gustan mucho.

    La comida que me gusta

    • Las papas (casi que todos los estilos y sabores, La papa criolla, la papa nevada y la papa de la “otra”).
    • Los champiñones. Mejor si van con una de esas salsas ricas.
    • La mayonesa (no me como un “sudao” sin mayonesa).
    • Fríjoles. Casi que recibo fríjoles de cualquier casa, restaurante o finca.
    • El pescao. Mejor, si es junto al mar.
    • Los cereales. Casi todos.
    • El huevo. Hay muchas formas comerlo y prepararlo. Me gusta hasta el arroz con huevo, el pan con un huevo en el medio, con queso, con tomate, cebolla, y más.
    • Los patacones. Se me sale el costeña que no tengo, porque me encantan.
    • Los buñuelos. Ya sea diciembre o marzo, amo comer buñuelo (así me ponga como un buñuelo después de comerlos).
    • Las sopas, cremas y aguas.
    • El guandolo. Frío y con mucho limón.
    • El ajiaco. Con crema de leche y sin alcaparras.
    • El perro caliente de la 80
    • Las empanadas de iglesia. Chiquitas y sin nada adentro.
    • La arepa con quesito. Quesito, no queso.
    • El chicharrón de seis patas
    • El jugo de maracuyá
    • El postre de tiramizú
    • Las tortas de zanahoria
    • El jugo de uchuva y casi todo lo que sea hecho con esta fruta.
    • La aromática de maracuyá
    • El mojito. Cubano. El tradicional.
    • El aguacate

    un paso a la vez

    Las cosas que me gusta hacer

    • Nadar. Así mi técnica no sea la mejor. Cuando lo hago, me relajo (y me da hambre).
    • Hacer ejercicio. Así mi rutina no sea rutina.
    • “Robarle” los cachetes a Julieta
    • Ver los cuentos de los hermanos Grimm
    • Cantar duro.
    • Leer (el 23 de diciembre comencé un nuevo libro y la meta es terminarlo antes de que se acabe el año).
    • Leer titulares. Se me volvió un vicio de perezosa: pasar de largo por los titulares de prensa digital y solo darle clic a lo que realmente me interesa.
    • Dormir. Así madrugue al otro día sin obligación. Solo porque este cuerpo por inercia, necesite ver la luz de día antes de las 8:00 a.m.
    • Caminar. A veces me gusta hacerlo, cuando va uno sin ningún destino.
    • Bailar. Así no lo haga muy a menudo. Me hace falta y quisiera hacerlo con más frecuencia.
    • Mover las cosas de mi apartamento para ver cómo quedan mejor, y darme cuenta que como las tenía al principio se ven más bonitas.
    • Escribir. Así no sea lo que mejor haga.
    • Comer
    • Recibir el sol
    • Conocer
    • Aprender
    • Explotar burbujas de papel burbuja
    • Pisar hojas secas
    • Mirar por la ventanilla del carro cuando viajo y que el viento meta mi pelo en mis ojos.
    • Ver películas románticas muchas veces.

    Podría seguir, pero dije que la lista era larga, no interminable.

    La foto: paso a paso.

  • “El amor acaba”

    “El amor acaba”

    (Escrito el 16 de noviembre de 2015)

    Sid-Nancy
    Hoy me dio por escuchar la canción de José José “El amor acaba”, en la voz de Natalia Lafourcade. (En realidad, la canción salió de la lista aleatoria de youtube al iniciar esta mañana de lunes festivo escuchando a Lafourcarde).

    Dice la bonita y sosa letra de la canción que el amor acaba “porque el corazón de darse, llega un día que se parte”; “porque se vuelven cadenas lo que fueron cintas blancas”; “porque mueren los deseos por la carne y por los besos”; “porque el tiempo tiene grietas, porque grietas tiene el alma, porque nada es para siempre y hasta la belleza cansa” (…)
    El amor acaba o muere
    El 12 de octubre de 1978, Nancy estaba tirada en el baño de la habitación 100, del hotel Chelsea de Nueva York. La habían matado de una puñalada. Tenía 20 años y su romance con Sid había durado once meses. Sid era uno de los íconos del punk, integrante de los Sex Pistols. Viviría solo un poco más antes de acabar muerto por sobredosis de heroína. Se amaban, o solo compartían drogas y sexo, o se amaban porque compartían drogas y sexo. El amor muere o acaba, o termina y vuelve a comenzar.

    El amor.
    Complicado el asunto. Muy.
    Dice Mujica, expresidente de Uruguay, y nuevo hacedor de frases, que el amor a su edad es una “dulce costumbre”.
    La costumbre puede matar. El amor no debería convertirse en costumbre.

    En la foto. Los amantes Sid y Nancy.

    Acá, la versión de

  • Todo por una película

    Todo por una película

    (Escrito en agosto de 2015)

    todo por una pelicula

     

    No, no conocía la película Happily Ever After, y eso que soy seguidora” de Johnny Depp y me gusta Radiohead. Pero sucede, que las cosas que te gustan, llegan a ti, sin buscarlas, pero claro, la cadena de búsquedas de cosas que te gustan, indefectiblemente te llevan a otras cosas que te gustan aún más (el maestro google nos da cátedra en esto).

    Es así como llega la escena de Happily Ever After, que origina este texto. Ese momento de 4`18” que se recrea con la canción Creep de Radiohead y que te transporta justo a ese instante en que un desconocido se acerca a ti, hay una conexión y el resultado es mágico.

    La afortunada es Charlotte Gainsbourg, que escucha la canción en una tienda de música, de la mejor manera como se puede escuchar Creep, audífonos, buen volumen y sin tararearla.

    A las mujeres nos delata todo. Esa tímida sonrisa de Charlotte Gainsbourg , que no puede creer lo afortunada que es al tener tan cerca a ese tipo perfecto con el que comparte Creep (solo pasa en las películas), esa mirada de reojo tratando de entender por qué está ahí, y ese intercambio de gestos pendejos que la van dejando en evidencia; y al final, la cerrada de ojos, que no es más que la desesperación por saber su nombre, qué hace, cómo besa, cómo habla. Y ¿él? , se va porque sí. Ella, como dice la canción, corre tras Johnny, o como se llame (aún no veo la película) para gritarle que desea besarlo hasta el cansancio.

    Una confesión: suelo embobarme con una película distinta cada tanto.

     

  • Irse para quedarse

    Irse para quedarse

    (Escrito en julio de 2015)

    Esta semana conocí a una persona que cree firmemente que las instituciones son las personas, y me decía “si una persona se va, nuestra institución cambia, y vuelve a cambiar cuando se va otra, y otra”. Y pensé, qué raro, he pasado por organizaciones que funcionan sobre lo contrario: las personas pasan, las instituciones permanecen”. Y es precisamente lo que oímos como gran principio de la administración y la gestión. Y uno se come ese cuento y cuando llega la hora de cambiar de trabajo, uno sabe que la persona que te reemplazará, lo hará igual o mejor que tú o que por lo menos aprenderá sobre la marcha. Porque claro, la institución sin mí, sigue su rumbo, su camino, su misión.

    Los que hemos renunciado sabemos que no es fácil, que es una decisión que se consulta con la almohada y no necesariamente esa renuncia es provocada por el aburrimiento, malos tratos o un nuevo trabajo; a veces, solo es porque siente uno que cumplió el ciclo o que hay un camino más allá de ese micromundo.

    irse para quedarse

     

    Me he ido muchas veces y en cada una de esas despedidas he tenido que desapegarme de gente, modos y maneras de hacer las cosas: del jugo de uchuva, las hamburguesas de doña Beatriz y los almuerzos en grupo. Y es bonito sentir, cuando llega el momento de partir, que la gente te extrañará, que tu trabajo dejó cosas buenas y que algo queda, aunque yo pase y la organización quede como si nada, como si mi ausencia no fuera ausencia.

    Uno se lleva mucho de cada lugar por el donde pasa, y volver es como encontrarse con un exnovio, siente uno tranquilidad porque está bien, feliz, con un nuevo amor; pero también tiene uno la certeza de no querer volver con él.

    La persona que me dijo que las instituciones cambian cuando una persona se va, dirige una organización, una muy buena organización con una filosofía especial. Y esa frase me da esperanza en los seres humanos, en que la magia de las palabras y el poder de las acciones, derrumban premisas que se incrustan en la cabeza como crayones.

    Y entonces uno se va, pero algo de uno se queda. Para siempre.

    En la foto, yo caminando por un pantanero en el oriente antioqueño.

  • Cosas que me dan malgenio/ Cosas que me hacen reír/Cosas que me hacen falta

    Cosas que me dan malgenio/ Cosas que me hacen reír/Cosas que me hacen falta

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    Cosas que me dan malgenio

    Ver una trapera mal ubicada.

    Los cajones y puertas abiertos.

    El mensaje “batería baja” en el celular.

    Que el taxista no prenda el taxímetro.

    No encontrar mis chanclas.

    Montar en “circular coonatra”.

    No encontrar una moneda de 100 cuando la necesito.

    Llegar tarde a una cita.

     

     

    Cosas que me hacen reír

    Las cosquillas.

     

    Cosas que me hacen falta

    Ir a la playa.

    Bailar.

    Volver a ver “Antes del amanecer”.

    Dormir.

    Una conversación sin tema.

    No hacer nada.

    Hacer mucho.

    Julieta / Jorge

     

    Cosas

    Zapatos nuevos.

    Cumplir las promesas.

    Hacer listas.

    El sol.

    Las faldas.

    El yogurt.

    Caminar.

    El agua.

    Decorar.

    Los blogs de moda.

     

    Foto: Fiesta del libro y la cultura. Medellín, 2014. Tomada con mi celular, antes de que se me perdiera.

  • Dolor ajeno que duele, y mucho.

    Dolor ajeno que duele, y mucho.

    Durante varios días estuve siguiendo el timeline en twitter del senador @navarrowolff donde describía los detalles de sus días como taxista (ejercicio que emprendió para recoger fondos para una fundación).

    Se levantaba muy temprano (incluso en una de esas madrugadas compartió una foto de los huevos que hizo para su desayuno) y salía a recorrer Bogotá guiado por los servicios que le solicitaban a través de alguna de esas aplicaciones para taxis.

    Muchos lo seguimos y algunos, animados por los detalles o las ganas de figurar o conocerlo de cerca, le solicitaron recogerlos en su taxi (claro, también recibió mensajes insultantes, pero de eso no quiero escribir), pero pocas veces estaba cerca del lugar donde se encontraban quienes le pedían un servicio vía twitter, así que amablemente se excusaba.

    Leerlo durante esos días era lo más entretenido en twitter.

    Antonio Navarro Wolff es un político colombiano atípico: me cae bien.
    Siento que es más bueno que el ajiaco que hace Jorge y que su coherencia y principios guían sus actuaciones. Un hombre que ha vivido la guerra directa y también la intolerancia de este país.

    Twitter me aburre por momentos, así que pasé un par de días sin someterme a los chistes bobos, a la indignación pasajera y a las peleas entre uribistas y antiuribistas.

    En una lectura desprevenida de titulares de prensa en internet, me enteré de la muerte del hijo adolescente de Antonio Navarro Wolff, Gabriel.

    Volví a twitter a confirmar el hecho de la fuente directa. Y sí, volví de nuevo al timeline @navarrowolff :

    “Nuestro hijo Gabriel falleció hoy alrededor de la 1pm. Su velación será mañana y su sepelio pasado mañana.Antonio, Marcela, Alejandro”

    “Hicimos la paz para que los padres no siguieran enterrando a sus hijos y no pude evitar que me pasara. Estoy aplastado…”

    “Gracias a los miles de personas que nos acompañaron en estos 3 dias horrorosos. Enorme solidaridad. Empieza lo mas duro. Vivir sin Gabriel”

    Sentí/siento un profundo dolor.

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    Escuche aquí las palabras de Navarro, luego de la muerte de su hijo.
    Columna de Ricardo Silva Romero “Navarro”

     

    Foto: Santa Elena, Corregimiento de Medellín. Tomada por Dani Q.

  • Por qué Barcelona

    Por qué Barcelona

    ir-a-barcelona-copiaDecidí incluir en mi lista de propósitos para este nuevo año (2015), viajar a Barcelona –España-.
    Supongo que es un destino común para el colombiano promedio, como lo es también Buenos Aires –Argentina- o Machu Picchu –en Perú e incluso La Habana en Cuba, (y hay que ir antes de que Fidel muera en la vida real y no en tuiter).

    Y sí. ¿Y qué? Así como en mi lista aparece “aprender a manejar carro” y “leer más libros” (y menos blogs, creo), también dejo claro que quiero conocer esta ciudad.

    Barcelona se me hace una ciudad que se puede caminar y “bicicletiar”, donde me podría tomar una cerveza rara en la calle y comprar libros o películas que a Colombia no han llegado.

    Quiero conocer Barcelona por “Vicky Cristina Barcelona” (a donde va Scarlett Johansson, voy yo 😉 ) y por el mediterráneo y por Messi y el sobreactuado Neymar y porque tiene playa.

    Quiero comer verdadera paella y tomarme fotos en “La Sagrada Familia”.

    Y agrego una última razón, que aparece hoy, cuando por fin tengo tiempo y ganas de escribir esto: quiero ir a Barcelona por Milena Busquets Tusquets, mi nueva obsesión.

    Barcelona, esperarme.

    Foto: Mapamundi de Julieta, regalo de su cumpleaños número 3 (con un Motorola G).

  • Her y yo.

    Her y yo.

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    Hace mucho tiempo no me gustaba tanto una película como me gustó Her (creo que desde Antes del Amanecer, cuando esa historia de dos amantes desconocidos me cautivó desde el comienzo -aunque las dos siguientes fueron menos encantadoras-).

    No fue por su frase de promoción “hombre se enamora de su sistema operativo” que decidí verla, tal vez eso fue lo que, por el contrario, alargó el momento en que nos encontramos de frente.

    HER

    Y no sé si llegó a estrenarse en Medellín, donde solo llegan 2 películas que se exhiben en todos y cada uno de los multiplex, que hacen que uno siga derecho por los pasillos del centro comercial para mejor comprarse un helado  de $2500.

    Vi Her porque estaba ahí, en la lista de “las últimas subidas” de Plex y porque Joaquin Phoenix me parece sexy.

    Her es lenta, extraña, como medio loca; las calles, avisos y edificios podrían ser de cualquier gran ciudad del mundo (Tokio, Los Ángeles -donde de hecho fue grabada-, hasta Buenos Aires), los colores pasteles, el salmón, los rojos poco saturados y hasta el amarillo antes que mostrar un futuro incierto por los avances de la tecnología, dejan la sensación de un porvenir lleno de esperanza en el amor y la vida, de calidez y tranquilidad.

    Theodore Twombly, Joaquin Phoenix en la película, es un hombres que tal vez no encontremos fácilmente en un bar o en la universidad. Es talentoso, divertido y, como la película, medio extraño. Además su trabajo consiste en escribir conmovedoras cartas de amor que te dejan frío, como este fragmento:

    “Rachel, te extraño tanto que me duele en todo el cuerpo. El mundo está siendo injusto con nosotros. El mundo está en mi lista negra. Como esta pareja que se besa frente a mí en el restaurante. Creo que tendré que emprender una misión de venganza y golpear al mundo en la cara con mis nudillos hasta convertirlo en una pulpa sangrienta. Y le patearé los dientes a esta pareja que me recuerda tu pequeño diente torcido que amo tanto”.

    Samantha, Scarlett Johansson en la película, es ella (her) una voz sexy, linda, con una personalidad arrolladora, audaz, divertida, que enamora a Theodore (y a miles más). No, Scarlett Johansson no aparece en la película, ni su escultural cuerpo, ni su sexy sonrisa, es solo una voz -la voz!-, pero sobre todo, es su encanto lo que lo trastorna (¿es entonces falso que los hombres se enamoran de lo que ven y las mujeres de lo que escuchamos?).

    En fin, Her es absolutamente encantadora, bonita, especial. No la vean, que lo importante es que yo ya me la vi.

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