Categoría: Perfiles

  • Irse para quedarse

    Irse para quedarse

    (Escrito en julio de 2015)

    Esta semana conocí a una persona que cree firmemente que las instituciones son las personas, y me decía “si una persona se va, nuestra institución cambia, y vuelve a cambiar cuando se va otra, y otra”. Y pensé, qué raro, he pasado por organizaciones que funcionan sobre lo contrario: las personas pasan, las instituciones permanecen”. Y es precisamente lo que oímos como gran principio de la administración y la gestión. Y uno se come ese cuento y cuando llega la hora de cambiar de trabajo, uno sabe que la persona que te reemplazará, lo hará igual o mejor que tú o que por lo menos aprenderá sobre la marcha. Porque claro, la institución sin mí, sigue su rumbo, su camino, su misión.

    Los que hemos renunciado sabemos que no es fácil, que es una decisión que se consulta con la almohada y no necesariamente esa renuncia es provocada por el aburrimiento, malos tratos o un nuevo trabajo; a veces, solo es porque siente uno que cumplió el ciclo o que hay un camino más allá de ese micromundo.

    irse para quedarse

     

    Me he ido muchas veces y en cada una de esas despedidas he tenido que desapegarme de gente, modos y maneras de hacer las cosas: del jugo de uchuva, las hamburguesas de doña Beatriz y los almuerzos en grupo. Y es bonito sentir, cuando llega el momento de partir, que la gente te extrañará, que tu trabajo dejó cosas buenas y que algo queda, aunque yo pase y la organización quede como si nada, como si mi ausencia no fuera ausencia.

    Uno se lleva mucho de cada lugar por el donde pasa, y volver es como encontrarse con un exnovio, siente uno tranquilidad porque está bien, feliz, con un nuevo amor; pero también tiene uno la certeza de no querer volver con él.

    La persona que me dijo que las instituciones cambian cuando una persona se va, dirige una organización, una muy buena organización con una filosofía especial. Y esa frase me da esperanza en los seres humanos, en que la magia de las palabras y el poder de las acciones, derrumban premisas que se incrustan en la cabeza como crayones.

    Y entonces uno se va, pero algo de uno se queda. Para siempre.

    En la foto, yo caminando por un pantanero en el oriente antioqueño.

  • Dolor ajeno que duele, y mucho.

    Dolor ajeno que duele, y mucho.

    Durante varios días estuve siguiendo el timeline en twitter del senador @navarrowolff donde describía los detalles de sus días como taxista (ejercicio que emprendió para recoger fondos para una fundación).

    Se levantaba muy temprano (incluso en una de esas madrugadas compartió una foto de los huevos que hizo para su desayuno) y salía a recorrer Bogotá guiado por los servicios que le solicitaban a través de alguna de esas aplicaciones para taxis.

    Muchos lo seguimos y algunos, animados por los detalles o las ganas de figurar o conocerlo de cerca, le solicitaron recogerlos en su taxi (claro, también recibió mensajes insultantes, pero de eso no quiero escribir), pero pocas veces estaba cerca del lugar donde se encontraban quienes le pedían un servicio vía twitter, así que amablemente se excusaba.

    Leerlo durante esos días era lo más entretenido en twitter.

    Antonio Navarro Wolff es un político colombiano atípico: me cae bien.
    Siento que es más bueno que el ajiaco que hace Jorge y que su coherencia y principios guían sus actuaciones. Un hombre que ha vivido la guerra directa y también la intolerancia de este país.

    Twitter me aburre por momentos, así que pasé un par de días sin someterme a los chistes bobos, a la indignación pasajera y a las peleas entre uribistas y antiuribistas.

    En una lectura desprevenida de titulares de prensa en internet, me enteré de la muerte del hijo adolescente de Antonio Navarro Wolff, Gabriel.

    Volví a twitter a confirmar el hecho de la fuente directa. Y sí, volví de nuevo al timeline @navarrowolff :

    “Nuestro hijo Gabriel falleció hoy alrededor de la 1pm. Su velación será mañana y su sepelio pasado mañana.Antonio, Marcela, Alejandro”

    “Hicimos la paz para que los padres no siguieran enterrando a sus hijos y no pude evitar que me pasara. Estoy aplastado…”

    “Gracias a los miles de personas que nos acompañaron en estos 3 dias horrorosos. Enorme solidaridad. Empieza lo mas duro. Vivir sin Gabriel”

    Sentí/siento un profundo dolor.

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    Escuche aquí las palabras de Navarro, luego de la muerte de su hijo.
    Columna de Ricardo Silva Romero “Navarro”

     

    Foto: Santa Elena, Corregimiento de Medellín. Tomada por Dani Q.